Remontando la cuesta

Hoy me desperté recordando el lunes 22 de mayo de 2017. Para entonces llevaba veintiún días consecutivos caminando por el Camino Francés desde Saint Jean Pied de Port y me faltaban sólo ciento ochenta y siete kilómetros para llegar a Santiago de Compostela. 

Sentía una mezcla de emociones. Alegría por estar tan cerca de la meta y de concretar mi aspiración de llegar a pie sin recurrir a ningún medio de transporte. Agradecimiento por lo mucho que lo venía disfrutando y también un presentimiento de tristeza porque me quedaban muy poquitos días para seguir conociendo nuevas personas y lugares o reencontrarme con peregrinos con los que había compartido distintos trayectos anteriores.

Después de merendar con Klaus, un peregrino alemán que había conocido en Astorga, retomamos juntos la marcha sobre un camino que progresivamente se tornaba más empinado. A poco de andar por esas pendientes me di cuenta que no podía seguir su ritmo así que nos despedimos y me resigné a quedarme rezagado. El paisaje circundante era muy lindo y boscoso y el camino angosto con piedras sueltas. A partir de Las Herrerías la trepada se volvió aún más empinada y tuve que detenerme cada pocos pasos para recuperar el aliento. 

Faltando poco más de cuatro kilómetros con una trepada de cuatrocientos metros para llegar a O'Cebreiro, mi objetivo para ese día, me detuve en La Faba para tomar una caña y comer un bocado. Estaba exhausto y dudaba si quedarme a pernoctar allí o seguir. Creo que fueron mi ambición y orgullo que me impulsaron por fin a levantarme de la silla del bar y continuar trepando. 

Por fin llegué al pequeño y pintoresco pueblito cuyos edificios son mayormente de piedra, entre ellos la iglesia de Santa María la Real construida en el siglo IX y restaurada en 1962. Cuando entré en ella no había nadie más. En mi soledad agradecí haber podido llegar tras un esfuerzo que no olvidaría.

Este recuerdo me da confianza para poder atravesar los desafíos emocionales que probablemente tenga dentro de pocos días.