Nunca se sabe

Cuando comento que pienso hacer el Camino Primitivo en octubre de este año y que voy solo, varias personas me han dicho "¡qué coraje!" u otra expresión menos cortés pero de igual significado. Supongo que sí es osado de mi parte si pienso en los riesgos de enfermarme, de tener una mala caída o sufrir alguna consecuencia de la guerra de Ucrania. También me pueden ocurrir cosas maravillosas ya que de la misma manera que pueden haber riesgos, pueden suceder situaciones afortunadas. Así fue como conocí a mi actual esposa mientras ambos veraneábamos en Ostende con nuestros respectivos hijos hace veinticinco años.

Cuando llegué a Madrid el 29 de abril de 2017 para iniciar mi Camino Francés, era muy temprano en la mañana. Ya había desayunado en el aeropuerto y estaba haciendo tiempo hasta las 9:30, hora en que debería llegar un bus que me llevaría a San Sebastían en donde pasaría la noche para al día siguiente seguir viaje a Saint Jean Pied de Port. Inquieto y excitado a cada rato me levantaba de mi asiento y me ponía a caminar por la terminal, salía por las puertas que daban al estacionamiento de los buses y volvía a entrar. De repente, mientras me dirigía nuevamente hacia los portones de salida sentí un ruido a mi derecha que no me podía explicar. Era un niño aterrado que bajaba a gran velocidad con un carrito muy cargado de equipaje por una rampa desde el primer piso de la terminal, pasó a menos de un metro de donde yo venía caminando y se detuvo a unos cinco metros cuando su carrito perdió impulso. El niño no sabía cómo accionar el freno del carrito y afortunadamente no llegó a atropellarme ni a ninguna otra persona.

Nunca me hubiera imaginado salvarme de ser atropellado por un carrito de equipaje descontrolado en la terminal aérea de Madrid antes de si quiera tomar el bus a San Sebastián, pero así ocurrió.

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