¡Qué bueno es sentirse bien!

Este soy yo el 28 de mayo de 2017, parado en uno de los laterales de la Catedral de Santiago de Compostela, recién llegado después de caminar 799 kilómetros desde Saint Jean Pied de Port en sólo veintiocho días. Un logro que sólo fue posible gracias a un factor del que ni siquiera era consciente: me sentí bien de cuerpo, mente y espíritu durante todos los días de mi peregrinación.

Recién hoy me di cuenta lo importante de esta condición, no sólo para hacer el Camino de Santiago, si no para todos los días. Me parece que por lo general no le doy importancia y que hoy saltó a mi atención porque es el primer día que me siento bien de los últimos diez en que un cálculo se desprendió de mi riñón izquierdo y completó su tránsito hasta mi vejiga.

Los que han experimentado un cálculo renal saben que ese tránsito causa un dolor muy intenso y que sólo se cesa cuando es extraído médicamente o es expulsado espontáneamente como fue mi caso, afortunadamente. Fueron sólo diez días, pero me sentí mal, tuve miedo porque no entendía plenamente lo que me estaba ocurriendo y también estaba preocupado que podría impedir preparación para el Camino Primitivo en octubre.

Hoy al mediodía, mientras almorzaba con mi esposa de repente exclamé --- ¡Qué bueno es sentirse bien!

Los dos nos sonreímos y yo me sentí agradecido por volver a disfrutar de esta sensación, una condición tan fundamental y tan frágil que una simple piedrita de cuatro milímetros fue capaz de desequilibrar.

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